Cuentan que esta historia alcanza tiempos muy remotos, incluso antes de que las abuelas fueran en moto. Esta es la historia de amor jamás contada de dos locos llenos de amor. Ella, Zaragoza, estaba aquí en su casa, cuando un viento racheado cruzaba por el puente de piedra. Cierzo, queriendo perderse en los mapas, cogió el tren del huracán dispuesto a viajar hacia el calor para mudarse de cielo. “Parecía un ave que sube y sube sin motor dominando el arte de volar”, pensó Zaragoza. Estaba segura de que sus calles le llevaron hacía ella, puesto que se le cruzó por el camino y se le olvidó a dónde iba.
“Echa el freno, madaleno!”, le dijo. “Perdón por el desorden. Estoy tratando de volver a ser yo”, le gritó él tan contundente, que ella tuvo que agarrarse muy fuerte a ella misma. Cuando pasó la tempestad y llegó la calma, ella le preguntó: “¿y cómo eres?”. Cierzo se paró en seco y casi sin avisar, rompió a llover. Nunca nadie antes le había preguntado tal cosa. Pues llevaba tiempo pidiéndole a la vida una caricia.
Quizá él empezó siendo un viento de tirabuzones pero por cuestiones de la vida, vivió transformaciones.
Cierzo ha sido, es y será siempre capaz de ser los cuatro elementos casi a la vez y destruir, a la par que calmar, todo aquello que toca: “soplaré, soplaré y tu casa derrumbaré”. Pues casi. Cuando el cierzo es agua, se sube a las copas de los árboles e inunda las calles, para más tarde, en calma, dar sensación de estar en el mar que te invita a soñar. Cuando es fuego, es la fuerza de la estampida; fuerte y caliente. Te quema siendo veneno en la piel. Cuando es tierra, es como aquel tren huracán en el que se subió un día, para viajar sin tener que viajar. Y cuando es en todo su esplendor viento, sopla despertando a cientos de vientos invitándote sin permiso a un vuelo rapaz, dando alas a aquellos que no sabían que volar no era imposible.
Desde entonces, juntos han vivido historias de íberos, romanos, musulmanes, bisigodos y franceses. Mil calles te llevan hacia ella y verás sin duda, en cada uno de sus rincones, el resurgir de la poderosa guerrera, sin miedo a leyes ni nostalgias. La verás caer una y mil veces y levantarse de nuevo, con la pura bandera, de su raza. Fuertes y cabañas, tanques y murallas. En ellos, encontrarás el recuerdo del recuerdo del recuerdo de lo que una vez fueron. Querrás perderte en su camino, pero con abrigo. Poco a poco caminando, querrás perderte en sus calles cuesta arriba y cuesta abajo, y verás con la buena gente con la que te vas cruzando. Querrás ir de bar en bar hasta darte cuenta que llegó la hora de bailar.
Aquí, aún no han envejecido los otoños que ya le estamos pidiendo a la primavera que venga para curarnos el invierno y ya de paso, que se instale el verano pero sin asfixiar. Ellos son así, no entienden de término medio.
No hay uno sin el otro. El amor es eso: ser con alguien, no de alguien. Aprendieron que cada cual somos de donde no tenemos miedo a mostrarnos como somos. Arriesgaron porque sabían que en la vida se pierde más por miedo que por intentar. Sabían que sin movimiento no se aprende. Olvida el mundo y vente de viaje, y deja que ella te atrape, que el cierzo aprenderá arroparte.
Relato escrito por Macarena.