PILAR LORENGAR

El 2 de junio de 1996 fue el sorpresivo fallecimiento de una de las sopranos más excelsas que recorrieron el universo de la gran ópera durante el pasado siglo XX.  Cuando llega el mes de junio, muchos amantes del bel canto recuerdan con dolor los rasgos fundamentales de una cantante entregada por completo a su profesión. Su sublime musicalidad, la humanidad de sus recreaciones artísticas y su sentimiento del deber profesional, no eran sino ornamentos de una voz bellísima en la que destacaba, especialmente, una línea de canto maravillosamente homogénea, una tímbrica personalísima y lo que, con el tiempo, llegó a conocerse como el “vibrato-Lorengar”.  

 

Sus orígenes fueron modestos, pero sus merecimientos a lo largo de toda su vida y carrera artística merecen inscribirse con letras de oro en la historia de la música lírica. Amplia fue la versatilidad de su arte y grandes sus merecimientos, pero la humildad fue la más grande de sus cualidades (circunstancia realmente extraña entre los cantantes de elite); esta actitud de sencillez y humanidad le llevó a padecer su cruel enfermedad en silencio -su fallecimiento fue totalmente inesperado-, llegando inclusive a expresar, como deseo póstumo, que sus restos no fueran depositados en una tumba, sino que sus cenizas fueran esparcidas en el Mar del Norte, para evitar problemas a su familia.  Su esposo, el doctor Jürgen Schaff, respetó sus deseos pero expresó afligido: “La soledad es difícil de llevar cuando no hay una tumba donde visitar al ser querido”.

 

Pilar Lorengar siempre hizo mucho por España y su música. Interpretó por todas partes del orbe música española con mucho cariño y entrega, proclamándose española y aragonesa por los cuatro costados.

 

Zaragoza le honró con una calle a su nombre y la medalla de oro de la ciudad. En el año 1991, cuando Pilar Lorengar se retiró oficialmente de los escenarios, quiso también despedirse de su venerada Virgen del Pilar, cantándole en la propia basílica zaragozana el “Ave María” de Gounod. Ese mismo año, el doce de octubre, fue también pregonera de las Fiestas del Pilar de Zaragoza. En el año 2006, coincidiendo con el décimo aniversario de su muerte, el consistorio zaragozano le erigió un busto a su memoria labrado por el escultor aragonés Manuel Arcón.

 

Aunque la mayor parte de la carrera artística de Pilar Lorengar se desarrolló en el extranjero, un porcentaje muy elevado de amantes del género lírico la conoce perfectamente, dada su dimensión artística; siempre es grato para el lector el que se recuerde, aún sea en síntesis, los momentos más significativos de la misma. Quizás, aunque parezca paradójico, lo que menos se conozca de Pilar Lorengar sea su infancia, adolescencia y los inicios de su brillante trayectoria canora.

 

Nació en Zaragoza, el día 16 de enero de 1928, en el Hospital Provincial de la ciudad, pero inmediatamente fue trasladada al domicilio familiar en la calle de Las Armas. Asistió, en régimen de internado, al Colegio Duquesa Villahermosa  de las Hijas de la Caridad. Marina Pueyo, compañera de estudios y que compartió cuarto con ella en el citado colegio recuerda, con lágrimas en los ojos, que la profesora de música “Sor Presentación” se dio cuenta enseguida de sus cualidades y  la hizo solista del coro que ella dirigía. También, cuenta que su carácter era muy extrovertido y atesoraba grandes cualidades humanas; son numerosas las entrañables anécdotas que refiere y es un encanto escucharle. Las primera lecciones de canto y solfeo las recibió del maestro Asensio Pueyo, que era padre, precisamente, de su compañera Marina.

 

En los albores de la adolescencia, le llegó uno de esos momentos de buena suerte que necesitan incluso los jóvenes artistas más dotados: En el comercio de tejidos “Créditos Remacha”, ubicado en la calle de Predicadores, muy cerca de su casa, acudió Pilar Lorengar, acompañada de su madre, a comprar unas telas para confeccionarse un vestido, precisamente para su participación en un programa de Radio Zaragoza para jóvenes intérpretes titulado “Ondas Infantiles”, que presentaban los locutores de la citada emisora, Pilar Ibáñez y Ángel López Soba. Se dio la circunstancia, que la cajera del comercio que les atendió era hermana de la eminente profesora de canto, Margarita Martínez. Berta, la cajera, que también ayudaba a su hermana en la docencia, le rogó a la niña que le cantara alguna cosita, ya que tenía curiosidad de escucharle.

 

Enseguida se dio cuenta de que en su garganta, como ella comentaba textualmente, poseía un filón. Su hermana, Margarita, también quedó prendada de aquella maravilla y de forma totalmente gratuita se ofreció a continuar su educación vocal en su acreditado estudio del Coso Bajo de Zaragoza.  La sobrina de la profesora de canto, también del mismo nombre, recuerda que, Pilar Lorengar, siempre tuvo una cordial y afectuosa relación con su tía, a lo largo de su dilatada carrera musical, y guarda, con afecto, cartas, fotografías, partituras y recuerdos de la gran diva.

 

Las primeras actuaciones de Pilar Lorengar  en Zaragoza fueron en los cafés “Avenida”, “Ambos Mundos” y “Alaska”. También, actuó en el pequeño teatrito de variedades de su barrio, “Oasis” (Miguel Ángel Brunet-Larroche en su libro, “El Oasis”, dice de ella: “La voz con más quilates que se escuchó en toda la historia de este local”) y en el “Teatro Argensola”. En aquella época, se hacía llamar “Loren Garcy”, ya que su verdadero nombre era el de Lorenza Pilar García Seta. Años después, ya adoptó el nombre artístico de Pilar Lorengar.

 

En el año 1940, aún adolescente, se trasladó con su madre a Madrid, donde las posibilidades de triunfar eran mayores. Entró en contacto con Ángeles Ottein, soprano coloratura -hermana de la eminente Ofelia Nieto-, que fue catedrática del Conservatorio de Madrid y que durante casi una década continuó la instrucción musical de la joven Pilar Lorengar y la encargada de reconducir su voz de soprano lírico-ligera hasta colocarla en el que fue siempre su lugar  natural, el de soprano lírica plena con ligera tendencia spinto. Con Ángeles Otteín, trabajó casi en exclusiva el repertorio zarzuelístico, ya que, en aquel entonces, el que es nuestro género lírico nacional, era el único capaz de dar una salida profesional a los cantantes jóvenes y la manera más sencilla y directa de empezar a ganar dinero. Si se observan las grabaciones que existen de la zarzuela Katiuska de Pablo Sorozábal por Angeles Ottein y por Pilar Lorengar, en diferentes épocas, se puede observar la misma línea de canto, aunque se aprecia mayor frescura y mejor riqueza de timbre en la de la Lorengar.

 

Pero Pilar Lorengar, y apoyada en los triunfos en la ópera de Victoria de los Ángeles, a la que admiraba profundamente, en 1949 se trasladó a Barcelona y se matriculó en el Conservatorio de la ciudad condal. Dos años después, regresó a Madrid y actuando en los estudios de Radio Madrid, en la Gran Vía, conoció a Enrique Franco que intuyó las inmensas posibilidades de su voz  y ya,  con su nombre artístico definido, la puso en contacto con Nicasio Tejada (asesor musical de la casa discográfica Columbia, filial de la poderosa Decca) y con el gran director de orquesta de fama internacional, Ataulfo Argenta.

 

Entre 1952 y 1958, Pilar Lorengar grabó con Ataulfo Argenta casi una veintena de zarzuelas, que resultan una auténtica antología y en la actualidad representan unas de las grandes joyas de nuestro genero lírico español y que no deben faltar en ninguna discoteca, ya que muchas se han reproducido en disco compacto. Se pueden señalar Los diamantes de la corona y Jugar con fuego, de Barbieri; El rey que rabió, El puñao de rosas, Las Bravías y La Tempestad, de Chapí; Chateau Margaux, de Fernández Caballero; La Alsaciana, de Guerrero; El Caserío, de Guridi; Los cadetes de la reina y Molinos de viento, de Luna; El maestro Campanone, de Lleó; La Dogaresa, de Millán; La canción del olvido y La reina mora, de Serrano; Las golondrinas, de Usandizaga; Maruxa, de Vives o La rumbosa, de Moreno Torroba.

 

Un desgraciado accidente mortal, truncó en plena juventud la vida de Ataulfo Argenta y Pilar Lorengar completó su catálogo zarzuelero con otros directores e incluso con los propios autores de las zarzuelas, como Federico Moreno Torroba (La marchenera y María Manuela) y Pablo Sorozábal (Adios a la bohemia, La del manojo de rosas y Katiuska). En estas grabaciones de zarzuela, se puede admirar el maravilloso instrumento vocal  de esta gran cantante, con su timbre peculiar y ese original y maravilloso vibrato que redondeaba con gran calidad sus interpretaciones.

 

Como segunda soprano, perteneció a la Compañía de Jacinto Guerrero, pero su primer gran triunfo fue en  la obra póstuma de este maestro: El canastillo de Fresas, que se estrenó, con ella de protagonista, el año 1951 en el Teatro Albeniz. Margarita Martínez, conserva emocionada la carta que Pilar Lorengar le envío a su tía contándole el evento y en la que se observa la profunda humildad de esta gran prima-donna. Como dato anecdótico se  reproduce:

 

Madrid, 20 de Marzo de 1952

Queridísima familia:

No saben con qué alegría les escribo esta carta, pues al leer el otro día todo lo que me decían ustedes en la suya, casi me emocioné. Margarita, no crea que el no escribirle ha sido ni mucho menos por olvido, lo único que pasó es que cuando se marchó a Zaragoza yo esperaba que me mandara unas líneas y como no fue así, yo me supuse que no les importaría mucho saber de mí y no escribí por ese motivo.

No pueden figurarse  lo feliz que soy al obtener los éxitos que menciono en la carta, que para mí fueron  casi inesperados, y sobre todo el Premio Nacional “Ofelia Nieto”, fue una cosa tan extraña lo que pasó por mí, que no puedo casi ni explicarlo. Sólo sé que el primer día de la actuación de la compañía en el Teatro Albeniz, lo que canté en el fin de fiesta fue “El rey que rabió”, el público reaccionó de distinta forma que con los demás. Al día siguiente todos los periódicos destacaban mi nombre como un futuro astro, meteoro o algo por el estilo, diciendo que hacía mucho tiempo que no habían oído cantar así; yo, si quieren que les diga la verdad, estaba un poco asustada. Tuvimos que reponer “El huésped del sevillano” por enfermedad del bajo, con algunas prisas, y pasó lo mismo, tengo críticas de dicha obra que, yo las leía, y le decía a mi madre que no era posible que se refirieran a mí. Y, por último, llegó el día del estreno del “Canastillo de fresas”, según dicen mi consagración; canté la romanza del segundo acto tres veces, el público se puso en pié y no hacía nada más que gritar bravo y yo que sé cuantas cosas más. Al día siguiente, la prensa en general, me hicieron unas críticas tan maravillosas que yo creo que casi lloré pues no creía ser merecedora de tantos elogios y magníficos dotes que dicen que poseo. Yo asisto a todos o casi todos los conciertos, tanto orquestas sinfónicas como representaciones de ópera, cuando la hay, y de solistas. Voy a todos los programas, a la Cultural, en fin, a todo lo que sea buena música. He oído cantar mucho y, francamente, creo que hay chicas cantando mucho mejor que yo, por lo tanto yo achaco mucho a la buena suerte, a pesar de que yo pongo todo mi entusiasmo en los estudios, porque yo creo que es la base principal. Pero lo que más me alegró fue el premio, pues todo el “Consejo Superior del Teatro” me votó por unanimidad. En fin, les podría contar tantas cosas que no acabaría nunca. Ya me contarán muchas cosas de todos ustedes, cuando me escriban, no saben como me alegraré.

El otro día estuvo en casa, Castán Palomar, me hizo una interviú para “Dígame”. De este periódico les mando un ejemplar, en el cual les menciono. Quiero que vean en ese pequeño párrafo, todo mi cariño y agradecimiento. Siempre que me hacen alguna pregunta referente a mis principios artísticos e interviús, que son muchas, tengo que recordarles y lo hago de todo corazón.

Son tantas las noticias y cosas agradables que tengo que contarles, que no puedo hacerlo en esta carta porque se haría interminable. Les diré únicamente que llevo haciendo desde hace cinco semanas un cielo de conferencias concierto en Radio Nacional, todos los martes a las diez en punto de la noche. La emisión dura veinte minutos y se titula, “Gracia y desgracia de la Zarzuela española” y el conferenciante es Antonio Fernández Cid, es el mejor crítico musical, yo creo, de España. Están obteniendo los programas un gran éxito entre toda la familia musical. El próximo martes día veinticinco haremos el número seis y son diez los que tenemos que hacer. Cada día va un compositor y canto dos obras distintas de cada compositor.      

Bueno por hoy ya vale, mi madre les manda un abrazo muy fuerte y yo un montón de besos y abrazos con mucho cariño.

No dejen de escribirme.

                                       LOREN. 

 

Actúo, al año siguiente, en el Ateneo de Madrid en el estreno de Primavera del portal, he hizo, como protagonista, dos películas: Ultimo día y Las últimas banderas. Pero como ella misma, dijo en una ocasión, Madrid se le quedó pequeño y decidió dar el salto más allá de las fronteras.

En París, bajo la batuta de Ataulfo Argenta, cantó en 1954 la Cuarta sinfonía, de Gustav Mahler y el Réquien alemán, de Bhahms, con éxito arrollador. Su debut operístico fue memorable, cantando la parte del Cherubino en Las bodas de Figaro de Mozart, dirigida por Hans Rosbaud, en el Festival de Aix-en Provence, un delicioso retrato felizmente conservado en disco, dificilísimo de conseguir, y que atesorarlo en la discoteca es un autentico lujo y placer de dioses. Ese mismo año, hizo su presentación en Londres, en el Covent Garden, con La Traviata. Las cámaras de la BBCllegaron a filmarle unos fragmentos de Madamma Butterfly de Puccini; Town Hall de Nueva York con Goyescas y una serie de conciertos en la costa oeste.

 

En 1956, realiza su debut en Glyndebourne con La flauta mágica de Mozart, donde el director del teatro, Carl Ebert, quedó prendado de su personaje. Recuerda no haber conocido una Pamina igual, ya que resultaba encantadora e ideal en el papel, pues dice que era esbelta y atractiva con unos ojos preciosos. Carl Ebert, era entonces el intendente de la ópera alemana de Berlín, y una de las personas más influyentes del mundo operístico internacional. En 1957, llevo a Pilar Lorengar a Berlín; después de un triunfo apoteósico  en Carmina Burana, de Orff, se instaló en la capital alemana y, con gran disciplina, aprendió el idioma y estudió repertorios denodadamente, con la ayuda inestimable de Hertha Klust. El tipo de óperas que cantaba entonces en Glyndebourne, Covent Gardent y Berlín dan una idea de la evolución de la voz brillante y vibrante de Pilar Lorengar. Destacando los papeles de Mozart y Puccini: La Condesa de Las bodas de Fígaro; Donna Anna y Donna Elvira de Don Giovanni; Fiordiligi de Così fan tutte; Ilia de Idomeneo; Pamina de La flauta mágica; Mimì de La Boheme, Cio Cio Sam de Madama Butterfly, Liu de Turandot,  y un largo etc.

 

Siguen los éxitos en el Teatro Colón de Buenos Aires, Festival de Salzburgo, La Monnaine de Bruselas y, el 24 de septiembre de 1961, en “La Deutsche Oper de Berlin, junto a Dietrich Fischer-Dieskau, con Don Giovanni, su consodolidación  mundial. Tras su matrimonio con el doctor alemán, Jürgen Schhaf, decide centrar toda su carrera en la capital, cantando en el teatro berlinés durante cinco meses al año, un máximo de treinta y cinco funciones. El resto del año, giras por los más grandes coliseos del mundo: Milán, San Francisco, Nueva York, Filadelfia, Chicago, Madrid y Barcelona. El portento de su voz le llevó a protagonizar eventos de grandes dimensiones como la inauguración en 1967 del nuevo Metropolitan de Nueva York  en Lincoln Center, en una Flauta Mágica inolvidable con decoración de Marc Chagall.

 

Permaneció como primera soprano indiscutible  de La Deutsche Oper de Berlin durante treinta años ininterrumpidos  y fue reverenciada por el público alemán. El senado de ese país le concedió el título de Kamersängerin y miembro de honor vitalicio de la Ópera de Berlín.

 

En el año 1991, se retiró de los escenarios ofreciendo varios recitales de despedida en Madrid, Berlín y Oviedo. En Zaragoza, cantó varios conciertos, pero hay que destacar una memorable representación de ópera en el Teatro Principal el día 6 de mayo de 1967, que los que tuvimos el placer de verla guardaremos en la retina para siempre. Como caso curioso se detalla el programa: Madame Butterfly (Puccini); Reparto: Madame Butterfly: Pilar Lorengar; Suzuki: Pilar Torres; Kate: Juanita Martínez, Pinkerton: Pierre Fleta; Scharpless: José Simorra; Bonzo: Julio Catania; Goro: Diego Monjo; Yamadori: Julio Catania; Comisario: Rafael Campos; Maestro Director: Francis Balagna; Maestro de coros: Lorenzo Declunia; Maestro apuntador: Rosa Barba; Dirección escénica: Diego Monjo; Orquesta Sinfónica “Luis Aula”.

 

Siempre que podía, Pilar Lorengar se acercaba a su patria chica, a recordar sus felices años de la infancia y albores de la adolescencia en su barrio “La Parroquia  del Gancho”.

 

España, también ha sabido reconocer el arte de Pilar Lorengar, e independientemente de los reconocimientos de su ciudad natal, a lo largo de su triunfal carrera, ha sido galardonada en numerosas ocasiones. Poseía, entre otras condecoraciones: El Lazo de Dama de Isabel la Católica, La Medalla del Círculo de Bellas Artes de Madrid, La Medalla de Oro al mérito de Bellas Artes y el Premio Príncipe  de Asturias.

 

La voz de soprano de Pilar Lorengar, como se ha expresado al principio, fue de rara belleza y luminosidad, que evolucionó de lírico ligera a lírico spinto, de un sonido brillante y vibrante con un timbre típico español y un vibrato exótico que fascinaba. Su temperamento y capacidad para el estudio, le hacían trasladarse con facilidad entre los repertorios alemán, español, francés e italiano, que le permitían multitud de papeles de óperas alemanas, italiana, francesas e incluso checas y rusas, así como numerosas canciones, oratorios y lieder (sus conciertos de esta variante musical se recuerdan por su gran magnificencia).

 

Con ese vestido largo, azul cielo y con un ligero toque de pedrería en el pecho, que tanto le gustaba llevar, hace mucho tiempo que Pilar Lorengar  será la prima-donna de un coro de serafines, únicas voces comparables a esa que ella poseía de sonido brillante y vibrante, de un timbre típicamente español y que a todos fascinaba.

                      

MIGUEL ÁNGEL SANTOLARIA (Presidente de “La Asociación de Amigos de la Música de Zaragoza, A.M.B.A”)                                                         


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