Las terrazas han actuado como salvavidas en una gran cantidad de comercios que han tenido que adaptarse a las medidas sanitarias y las restricciones derivadas de la pandemia provocada por la Covid-19. Los bares han tomado las calles con mesas, sillas y sombrillas para poder seguir sirviendo a sus clientes. Muchos de los dueños de estos locales lo califican de «pura supervivencia»; pero, mientras las solicitudes para ganar sitio a la calzada y las aceras no paran de aumentar, son también muchas las agrupaciones vecinales que se quejan de los inconvenientes que esta conquista de tascas y cafeterías ha provocado.
«Ruido, dificultad para pasear y aglomeraciones de personas» son algunas de las razones por las que los viandantes y residentes piden que estas cesiones acaben pronto. Una solicitud que contrasta con la recién aprobada ordenanza del Ayuntamiento de Zaragoza que respalda la autorización de veladores sobre la vía pública. El debate sobre la ocupación de las aceras y la calzada están servidos, y parece que han venido para quedarse.
Los vecinos piden tranquilidad
«Esto no puede seguir así, yo apenas puedo caminar por la acera sin miedo a caerme», afirma María Pilar, una vecina zaragozana de 76 años con dificultades de movimiento, que lamenta que las terrazas hayan invadido parte de suelo por el que camina habitualmente. «Aquí vivimos mucha gente mayor y tenemos problemas para desplazarnos; ahora tenemos menos sitio, por no hablar que mucha de la gente que está en los bares no lleva mascarilla y ocupan el poco espacio libre de la calle para fumar», confiesa mientras se pregunta con desesperación cuándo volverán a la normalidad.
De la misma opinión es Luis, un residente en el centro de Zaragoza que ha comprobado cómo encontrar aparcamiento cerca de su hogar se ha convertido en «misión imposible»: «Entiendo que esta iniciativa es para apoyar a los negocios, pero cada día pierdo más de una hora en dar con un lugar donde dejar mi coche y, cuando esto ocurre, raramente es cerca de casa». Califica esta situación de desesperante y recuerda que paga una cuota al Ayuntamiento para aparcar en el zona naranja, la cual, en la actualidad, según sus palabras, «parece ser inexistente».
Los hosteleros claman por poder trabajar
En el lado opuesto, encontramos a Manuel, el dueño de una cafetería que asegura que «si no fuera por los veladores, habría tenido que cerrar el negocio». Este hostelero ve «esencial para sobrevivir» poder atender a sus clientes al aire libre y no entiende que algunas personas tengan un parecer diferente al suyo: «¿Quieren que desaparezcan todos los bares? Al final lo van a conseguir con tantas medidas de las autoridades y quejas y protestas de los vecinos; no estamos haciendo nada malo, solo queremos trabajar y salir hacia delante».
No solo los dueños de restaurantes y pubs apoyan esta postura. Rosa, una parroquiana del local de Manuel, defiende su actitud y lo ensalza a la figura de héroe, pues «hace todo lo que puede para seguir dando de comer a su familia» y, por eso, «la gente tiene que entender que ocupe la calle». Una reivindicación a la que se suman también sus compañeros de mesa, ya que comprenden que «tenemos que ser permisivos con los negocios que peor lo han pensado durante la pandemia y hay que darle oportunidades para que se puedan recuperar».
El debate de los veladores en Zaragoza
Por todo ello, la controversia es más que evidente. Algunas asociaciones de vecinos reclaman al consistorio de la capital aragonesa que ponga fin a esta situación o que, por lo menos, se fije una fecha límite: «los bares tienen que recuperarse, pero nosotros, los que vivimos en las zonas más afectadas, también queremos recuperar nuestra vida de antes. De esta forma, se presentan dos posturas enfrentadas llamadas al entendimiento, pues, tal y como apuntan los afectados, «la convivencia entre vecinos y hostelería es obligatoria, por eso tenemos que encontrar una solución con la que las dos partes acabemos contentas».