El centro de las ciudades constituye el punto de unión entre todas sus partes. Un pegamento que ha vertebrado las metrópolis con el paso del tiempo. Zaragoza brilla gracias a su punto neurálgico. Un entorno de cierto tamaño que se ubica entre el ensanche y el Ebro, integrado por monumentos relevantes y calles con pedigrí. Y por plazas célebres, como la Plaza de Aragón, que ha sido y es un emblema zaragozano. Donde todo ocurre. El centro del centro.
No dejes de leer las curiosidades que contamos sobre la Plaza de Aragón en nuestra sección Qué ver y hacer.
Plaza de Aragón, una plaza de origen agitado
La Plaza de Aragón comenzó a gestarse tras la Guerra de la Independencia. Después de la contienda, el entorno de la Puerta de Santa Engracia quedó arrasado siendo necesaria una reforma en profundidad. El área norte, planificada por Joaquín Asensio, incluiría una avenida, el denominado Paseo Nuevo San Francisco, germen del futuro Paseo de la Independencia. Éste finalizaría en su vertiente sur en unos parterres, poco antes de llegar al Huerva.
El lugar, renombrado jardines de la Glorieta, construido por el arquitecto Nicasio López en 1840 y enclavado junto a la nueva puerta de Santa Engracia, pronto conquistó a los zaragozanos. Tal es así que el espacio fue ampliado y renovado por Joaquín Gironza y José de Yarza obteniendo la apariencia ovalada que todavía disfrutamos. La reforma incluyó la colocación de una escultura en honor de Ramón Pignatelli, impulsor del Canal Imperial de Aragón, proyectada por Antonio Palao, renombrando así la plaza con su apellido. Posteriormente, Yarza redactaría un Plano Geométrico incorporando el desarrollo de la sureña huerta existente e incluyendo una nueva puerta diseñada por Mariano López.
Ya en 1867 se proyecta celebrar en el área una exposición para que los productores regionales mostraran su abundante oferta. La Exposición Aragonesa, idea de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, se inauguró finalmente en 1868 desarrollando un recinto efímero que, tras su finalización, daría pie a una nueva y elegante área residencial en la Plaza de Aragón.
Barrio señorial, orgullo de Zaragoza
Finalizada la exhibición, las estructuras expositivas fueron retiradas y comenzó la preparación de los terrenos para diseñar una nueva urbanización. El arquitecto municipal, Segundo Díaz, se encargó del proyecto optando por un diseño muy diferente al de la avenida existente. La nueva Plaza de Aragón marcaría el contrapunto.
Si el Paseo de la Independencia alojaba casas amplias de varias plantas y estilo afrancesado, imitando a la Rue Rivoli de París, la plaza ejercería de colofón aportando hotelitos burgueses de elegante traza. En 1881, previo rediseño del proyecto inicial a cargo de Ricardo Magdalena dio el pistoletazo de salida la edificación en los solares acordados. Al conjunto se uniría en 1904 el monumento del Justicia, a cargo de Félix Navarro, en el caso del soporte, ocupándose Francisco Vidal y Castro de la figura. Sustituyó al de Pignatelli, que fue trasladado a la parcela del futuro parque homónimo.
Los chalets, proyectados por arquitectos reputados, contaron con decoraciones vanguardistas convirtiendo el distrito en la envidia de la ciudad. Unas mansiones, de esencia aristocrática, que distinguían a la boyante burguesía del resto de los vecinos. Entre los detalles más interesantes de las viviendas se hallan las verjas concebidas por Ricardo Magdalena, aportando protección. y los jardines, nota de color y frescura.
Presente nostálgico
La Plaza de Aragón ha sufrido una metamorfosis intensa en las últimas décadas, especialmente a finales del siglo XX, debido al desarrollismo de entonces. Apenas conserva su imagen original, pues tan sólo sobreviven dos edificios históricos que salvaguardan el recuerdo de lo que un día fue. Sigue siendo aún así una opción preferente para disfrutar de paseos.
La zona ha variado asimismo su estructura, que ahora cruza el tranvía, reservando su corazón al sobreviviente monumento al Justicia de Aragón y con un diseño vanguardista fruto de la última reforma del Paseo de la Independencia. Merecen mención especial, a su vez, las esculturas que inundan las aceras dedicadas al escritor y periodista, Mariano de Cavia, al poeta, Marcos Zapata, al cronista, Fernando Soteras “Mefisto” y al abogado y novelista, Julio Monreal y Ximénez de Embún.
Un antiguo chalé recrecido en clave contemporánea, hoy restaurante, y la antigua Capitanía de la V Región Militar, propiedad del Ejército con actividad cultural puntual, son los únicos vestigios arquitectónicos disponibles. El resto de los edificios son construcciones actuales con tipologías variadas y carentes de coherencia estética. Unos más agraciados que otros, herederos de su época, lo cierto es que la plaza ha descuidado su idiosincrasia erigiéndose sin el relumbrón de antaño. Quizá esta pérdida permita valorar la importancia de proteger el patrimonio en el futuro.