Llego al lugar de la presentación 45 minutos antes del evento, tal y como he acordado durante la tarde con RASMIA EDICIONES. He recibido el ejemplar de AGENTE DOBLE en primicia durante la mañana y he pasado todo el día leyendo para llegar a la entrevista lo más informado posible, pero lo que no esperaba es que llegara a ésta con tal sensación de plenitud tras lo leído. Ellos han pasado el día entre entrevistas radiofónicas, reportajes y eventos varios, mientras yo me lo he pasado leyendo y saboreando —incluso releyendo— el artefacto literario que han construido durante los últimos 6 años en un proyecto que, más que un libro, se ha convertido en su proyecto vital.
Me interesé por AGENTE DOBLE unas semanas antes de su impresión, cuando llegó a mis oídos el proyecto. En primer lugar, por su originalidad. Aunar dos personalidades tan artísticas como lo son Pilo e Iván con un mismo fin. Eso ya merecía la pena. También por su creación física: una apuesta desmedida por la estética y la calidad en la impresión, un diseño diferente y poco visto en la edición aragonesa. Por último, porque soy un fan declarado de Iván Rojo, al que leí por primera vez en su novela Ultraligero (Rasmia Ediciones, 2016) y después devoré a través de sus libros de relatos (La vida salvaje, Rasmia Ediciones, 2015), siendo adicto a sus publicaciones en redes sociales, con mi ración diaria de prosa poética.
Con ese fenómeno fan corriendo por mis venas, me encuentro a Iván en la puerta del local donde va a presentar AGENTE DOBLE. Le miro con disimulo, pensando que no me reconocerá (aunque hemos hablado en bastantes ocasiones por redes, rollo autor-fan).
—¿Eres Pablo? —me pregunta.
Creo que parezco un poco estúpido respondiéndole con un «Iván, ¿verdad?», pero ya estoy acostumbrado a parecerlo en estas situaciones. Le pregunto qué tal el viaje y me responde comentando qué tal su mañana. Iván tiene la pinta que cualquiera que pensara en un autor como él imaginaría que tiene: es un tipo delgado, pelo revuelto, barba recortada sin demasiado cuidado. Viste una camisa vaquera. Un pantalón vaquero. Parece que nos hemos puesto de acuerdo porque yo visto igual y llevo la misma barba, como si compartiéramos aquel afán por ser el escritor imbuido en el oficio de escribir que se despreocupa de lo que los demás piensen porque los demás no son escritores y nosotros sí. No sé si es atractivo, pero va aumentando su sex-appeal conforme habla, de una forma pausada y reflexiva. Como si anotara en su cabeza palabras futuras y grabara en su retina escenas que escribirá, en lugar de estar en el presente.
Nos recibe Elena, de SPECTRUM. Nunca había estado allí, ni sabía de su existencia, pero SPECTRUM FOTOGRAFÍA resulta ser un totem en el mundo de la fotografía en España: es históricamente la segunda academia de fotografía más antigua de España y cuenta entre sus instalaciones con una zona expositiva, dos aulas, un estudio profesional de 50m2 y la joya de la corona: la biblioteca fotográfica más antigua del país.
RASMIA EDICIONES eligió SPECTRUM FOTOGRAFÍA no solo como espacio de referencia nacional en el mundo de la foto, sino también como cuna formativa de la otra de las autoras de AGENTE DOBLE: Pilo Gallizo, que acaba de entrar por la puerta, 10 minutos después de nuestra cita y cuando Iván y yo ya estamos visitando el lugar. Ella no necesita recorrido turístico por el local porque ella ha mamado SPECTRUM durante años.
Muchos de los que leéis este artículo conocéis ya a Pilo, aunque algunos no lo sepáis. Pilo lleva más de 20 años dedicada a la fotografía. Lo que comenzó como una afición cuando solo era una adolescente, se convirtió poco a poco, no solo en una profesión, sino también en una forma de vida. Una forma de denuncia y de proyecto social, a través de la que dar forma a proyectos de fotografía participativa, dando voz a diferentes colectivos, ente otros modos, a través de su propia asociación 36mm Discapacidad Visual. Ha expuesto en la Casa de las Culturas, en el Torreón Fortea, en la fundación ONCE, La Lonja, el Palacio de los Morlanes, Centro de Historias, en multitud de ciudades, y ha ganado diferentes premios y menciones.
—Fotografío para dar voz —dice—. Para dar visibilidad.
Su último proyecto es #noesnormal, una serie fotográfica y una propuesta artista reivindicativa sobre los protocolos ginecológicos y la asunción como «normal» de problemas relacionados con la salud de la mujer y su tratamiento —o, peor aún, no tratamiento— y sus consecuencias.
¿Qué es AGENTE DOBLE? Agente Doble es, como bien dice su descriptivo, un artefacto literario. Es un libro de relatos, pero también un libro de fotografía. Es poner el ojo de Pilo Gallizo en la mente y la pluma de Iván Rojo. Como si él escribiera en un papel las imágenes que ella capta en su cámara —y las que no capta—, como si él pusiera escenario de fondo al vacío de la carretera.
Es un viaje.
Es un viaje en un Seat Ibiza de finales de los 90 por carreteras rurales y fronterizas de nuestro país. Como si Iván condujera y desde el volante reflexionara, mientras Pilo apuntara desde la ventanilla del copiloto con el objetivo de su cámara.
Es ver en el arcén a hombres sexagenarios con pantalón de poliéster de perneras desbocadas, caminando con una bolsa de plástico en la mano llena de vegetales, una camisa amarillenta y una chaquetilla de chándal de colores. Una gorra de la Caja Rural.
Es ver la estética en los carteles de neón de clubes de carretera.
Es admirar la belleza de la crudeza, la crudeza de la belleza.
Son los relatos tiernos de fuera hacia dentro, de corazones rotos en cuerpos duros.
AGENTE DOBLE es el viaje que todos hemos hecho, por la carretera y por la vida, recogido en un libro, narrado por la mejor voz y mostrado desde el mejor ojo.
—No quiero relacionar mis textos con el realismo sucio americano —dice Iván, aunque todos los que amamos el subgénero lo vemos como un representante del mismo—. Bebemos de él, seguro, pero murió hace tiempo. Pero mis relatos se basan en observar escenarios de la vida común, que son extrapolables a todos los lugares y a todos los tiempos.
—Rodrigo—el prologuista, del que luego hablaré— dice que es realismo ibérico —le corta Pilo—. Está claro que estamos atrapados por la cultura americana. Lo que yo he hecho es fotografiar a la América profunda de España.
El proyecto ha sido un toma y daca. Iván escribía relatos y Pilo buscaba LA fotografía. Pilo fotografiaba y él creaba EL relato. Un viaje de ida y vuelta e ida y vuelta.
Pilo no compone la fotografía, la captura, la busca. Han sido seis años. Seis años de búsqueda infinita y sin frenos tratando de crear la imagen que resumiera momentos, situaciones o relatos de Iván.
—La fotografía que más me costó fue la del relato titulado Ligre —dice Pilo, respondiendo a si hay alguna de las instantáneas que se le resistiera especialmente—. No es fácil encontrar un ligre por la calle. A veces, tuve que ir hacia imágenes más conceptuales, juegos de luces. Traté durante semanas de encontrar un Seat Ibiza del año que aparece en el relato, sin éxito.
A Iván también se le complicó poner letras a algunas de las imágenes que Pilo conseguía.
—Lo que más miedo me daba —dice—, era ser capaz de estar a la altura de la fotografía. La imagen tiene mucha fuerza. Ser capaz de asociar una idea de relato a instantáneas tan poderosas, me costó.
En las fotos que recibía de Pilo no había descriptivo, tampoco ideas o sugerencias. Una imagen. En crudo.
—Crea —le proponía Pilo—. Yo ya he creado, ahora te toca a ti. Libertad total.
—Sin senderos, sin vallas, sin límites —dice él— Mi trabajo se limita a ver y exponer. No hago nada más. Solo observo y cuento.
Tanto los relatos como las imágenes o sus títulos son evocaciones. Son conceptos nada literales, pero absolutamente literarios. De esta han salido siendo mejores, siendo más duros, más blandos, habiendo avanzado un poquito su frontera de la creatividad, de la creación conjunta. Un esfuerzo por captar el tono del otro aunque, en realidad, y aunque no lo supieran, ambos compartían ya el mismo tono: el tono del artista.
Una fotógrafa de calle. Un poeta urbano. Una madre. Un padre. Una mujer que grita realidades. Un hombre que grita realidades. Dos rebeldes, aunque no lo sepan. Dos almas libres, tan tiernas como duras. De adentro afuera. Una mujer que hace artivismo, un hombre que despierta los pensamientos más ocultos en sus lectores.
Dos personas que remueven.
Se acaba el tiempo. Comienza la presentación.
POR AMOR AL ARTE
El maestro de ceremonias es Rodrigo García, actor, escritor, amigo de Pilo desde la infancia y excompañero de piso, que parece elegido para tal misión. Es el prologuista de AGENTE DOBLE y es quien consigue emocionar en las primeras páginas, como preludio imprescindible de lo que se viene en las siguientes. Yo, sentado en uno de los sofás del estudio de fotografía, rodeado de amigos —me encuentro con viejos conocidos como Christian Peribáñez o Patricia de Blas, escritora de la editorial—, presto atención a las palabras de los tres. Me encuentro sonriendo entre ellos, emocionado ante ellos. Escuchando las palabras de tres tipos muy grandes, de dos artistas que admiro y que han conseguido llevar a cabo, pese a todos los frenos —pandemia, el tiempo, maternidad, paternidad, la vida— un proyecto que, sin duda, ve la luz por amor al arte.
Rodrigo no lee, sino declama, uno de los relatos. La gente se emociona y el silencio es sepulcral, ante el texto, ante la fotografía que lo encabeza, ante su voz.
Todos callamos, sabiendo que lo que estamos presenciando no es solo una presentación, ni es solo un libro de fotografía, ni es solo un libro de relatos. Es algo más. Algo que aúna disciplinas artísticas, pero también sensibilidades. Algo que se sale del camino, de la carretera bacheada de arcenes estrechos y quitamiedos oxidados.
No tiene sentido editar y publicar un libro como este.
Un encuadernado perfecto, papel fotográfico, 6 años de elaboración, diseño, maquetación impecable, las mejores calidades.
Nadie hace algo así. Ya no.
Estas cosas ya no tienen sentido porque es prácticamente imposible rentabilizar algo así sin contar con apenas acceso a los grandes canales de distribución del país, es muy complicado llegar al gran público con algo tan personal, tan conceptual, tan artístico, tan íntimo.
Por eso es necesario que editoriales como RASMIA EDICIONES sigan existiendo. Porque, como Pilo, como Iván, ponen el ojo en lo esencial, aunque invisible. En lo vital, aunque inanimado.
—No es un libro fácil —dice Iván—. Hay que atreverse a publicar algo así. Por el envoltorio, por lo físico, pero también por su contenido.
—En un mundo como este —dice Pilo—, en el que los libros son como la cartelera del cine, a los que les dan unos pocos fines de semana para ver si venden y, si no, se devuelven a la editorial, es un éxito que hayamos logrado publicar y se apueste por algo así.
—El mundo es así —dice Iván.
—El capitalismo, supongo —responde Pilo—. Es el mundo.
—Solo espero que el mundo y nosotros nos encontremos alguna vez —sentencia Iván.
No sé si se encontrarán. Sinceramente, seguramente no. Pero creo que merece la pena que sigan trabajando en lo que creen, en lo que merece la pena, independientemente de que entre en el circuito tradicional editorial.
Aunque no sea fácil.
Aunque sea POR AMOR AL ARTE.