Me encantaría sentarme con cada uno de los desconocidos a los que les he pedido prestadas sus facciones para uno de mis personajes. Explicarles que aquella mañana, tarde o noche, mientras ellos disfrutaban de un cortado con hielo, una caña o un cocktail, yo observaba agazapado en la última mesa de aquella terraza, libreta en mano, inventándome un nombre y dibujando su rostro. Esa sonrisa, aquel movimiento de pelo o aquella carcajada desbaratada pasaron a formar parte, sin ellos saberlo, de uno u otro de mis personajes imaginarios, que debía ornamentar con la cara y los movimientos de alguien que existiera en la vida real, pero que no se reconociera en la novela.
Y es que yo, que en los últimos tiempos he sido de vivir sin más salida al exterior que un diminuto balcón a una calle demasiado céntrica, me he pasado la vida en terrazas y, me atrevería a decir, que todos los bocetos de mis novelas han sido elaborados en ellas. Cualquiera diría que Zaragoza es un lugar propicio para el terraceo. Cuando no hace viento hace frío y, cuando no, la temperatura supera los cuarenta grados y la crema solar es un must. Pero, si bien es posible que Zaragoza no sea el lugar ideal para terracear, los maños somos la carnaza ideal para el terraceo, ávidos de aire libre, gente y conversaciones. Si hay viento, la taza sobre la servilleta para que no se vuele. Si hace frío, debajo de la estufa. Que hace calor, cerveza fresca.
No solo he escrito y «espiado» en terrazas. También he tenido primeras citas, reencuentros —esperados e inesperados—, reuniones y hasta rupturas. Sí, porque ¿quién no ha mantenido alguna vez esa «última conversación» en una terraza? Y es que nosotros podemos hablar mucho de las terrazas, pero si las terrazas hablaran de nosotros…
Todos tenemos nuestras terrazas favoritas, pero también esas que nos encantan, pero a las que dejamos de ir porque la caña no la sirven suficientemente fría, esas de las que todo el mundo habla, pero que nunca encontramos y hasta esas terrazas vetadas por nosotros mismos porque nos recuerdan momentos no demasiado agradables o personas con las que no nos gustaría coincidir. Sed sinceros, todos las tenemos.
Ahora que llega la mejor época del año para terracear —cierzo mediante— y que todos saldremos a disfrutar del buen tiempo, del río, del parque o del barrio, para ti ¿cuál es la mejor terraza de Zaragoza?
Por cierto, si veis a un tío con cara de arisco que os mira fijamente y toma notas en un cuaderno de cuadrícula… seguramente salgáis en mi próxima novela. ¡Nos vemos en las terrazas!