Seguro que alguna vez os habéis preguntado a dónde mira la escultura del joven sentado de la plaza de San Felipe. Su objeto no es otro que el hueco de una de las edificaciones más emblemáticas de Zaragoza: la Torre Nueva. Una torre de 80 metros y 24 centímetros de altura que durante siglos fue la construcción más alta de la ciudad, pero de la que ya nada queda.
Tras su demolición, la Torre Nueva se convirtió en un fantasma que habita en el recuerdo de algunos zaragozanos y del que se escuchan ecos de su existencia en forma de historias y canciones: «En Zaragocica / lo que ha pasadico / la Torrenuevica / que se ha caidico».
Un símbolo desaparecido
En 1.504 se decidió erigir una torre que albergara un gran reloj y un campanario para que todos los ciudadanos pudieran saber el horario oficial. El rey Fernando el Católico dio su beneplácito al proyecto, el cual fue encargado al arquitecto Gabriel Gombao. El lugar elegido para izar la torre fue la plaza de San Felipe donde se construyó en tan solo quince meses. Se cree que una de las causas de la inclinación -que según los expertos era de casi tres metros- es que no se dejó secar el tiempo suficiente los cimientos provocando que uno de los lados fraguara.
<<Esta absurda fábrica bajo cuyos pies ha cedido el suelo cansado de soportarla, parece que se está siempre cayendo, y nunca acaba de caer>>
Benito Pérez Galdós
Esta edificación fue considerada monstruosa en la época en la que se levantó, pues la capital aragonesa era una urbe que no estaba acostumbrada a mirar a las alturas. Pero, con el tiempo, también fue calificado como una de las más bellas torres mudéjares de la ciudad. Fabricada con ladrillo cara vista sentado con aljez poseía cuatro alturas y una base octogonal. En un principio, la planta tenía forma de estrella, pero fue reforzada por miedo a que se cayera. Con los años su estado comenzó a empeorar. La falta de mantenimiento y el temor de los vecinos a que se derrumbara provocó que algunas voces se alzaran a favor de la desaparición de la torre.
Finalmente, el 24 de mayo de 1.892 se firmó su sentencia de muerte. En el pleno municipal se votó el derribo de la Torre Nueva dando lugar al conocido como «turricidio» que fue calificado como «el mayor crimen artístico cometido en España».
Los misterios de la Torre Nueva
En torno a esta torre han surgido numerosas historias y leyendas. Una de ellas habla de la presencia de un duende o un fantasma que se dedicaba a atrasar las horas del reloj y hacer tañer las campanas a deshora. Algunos consideraban que el espíritu que rondaba por el campanario era el del Tío Candiola, un ciudadano que ayudó a las tropas francesas a entrar en la metrópoli por túneles subterráneos. Igualmente se ha asociado estos fenómenos paranormales con otras almas atormentadas tales como los asesinos de Pedro Arbués.
Otra de las suposiciones está en relación con la inclinación de la Torre Nueva. Ésta se podría deber a que el edificio cumplía la función de un reloj solar. Una de las pruebas que corroboraría esta teoría es que su posición ladeada en la plaza buscaba el movimiento del sol para la proyección de su sombra en el suelo. ¡Quién sabe!
La huella de un icono
En la actualidad, los adoquines del pavimento de la plaza de San Felipe dibujan la base de este monumento. Además, junto a este homenaje, en la fachada de unas viviendas se puede contemplar un mural que recuerda el majestuoso edificio. Y, como apuntábamos al principio de este texto, en este mismo emplazamiento se encuentra la escultura realizada por Santiago Gimen la cual eleva su mirada al cielo buscando la figura de la Torre de Pisa zaragozana.
En 1.896 una de las campanas de la Torre Nueva se trasladó en una de los campanarios del Pilar. Por otro lado, Casa Montal acoge un pequeño museo dedicado a la memoria de esta construcción. Aquí se conservan la maquina y la esfera del gran reloj.