Vamos a recordar El Rollo, otra zona de marcha mítica, sí así es, de marcha, era como entonces llamábamos a las diferentes zonas por las que salíamos.
BARES MÍTICOS DE LOS 80 Y 90, LA ZONA DEL ROLLO.
La Zona entre las calles Maestro Marquina, Moncasi, Lozano y Vasconia más conocida como el ROLLO. Debe su nombre al mítico bar abierto creo en 1976, y que llegaría a su esplendor en los 80 y los 90. Garito de estrecha entrada, oscuro, con bancos de madera y un mini escenario que depende de la hora, las cervezas y algún cigarrillo con aderezo extra, sacaba tu vena de artista.
Al salir del rollo, ¿dónde vamos? pues al Posturas que sólo hay que cruzar la acera; bar alargado con la barra a la izquierda y sin mesas, evidentemente con muy poca luz, mucho humo y la música a tope. Era una época en que los propietarios de estos locales no estaban muy preocupados con las insonorizaciones, pero… ¿quien quería silencio?
Y saliendo del Posturas a la izquierda, El Orígenes, mi segunda casa durante mucho tiempo, todos teníamos un bar en el cual pasábamos más tiempo que en ningún otro, pues bien El Orígenes era el mío. ¿Os acordáis de esos litros de cerveza que venían acompañados de otro vaso de litro lleno de cacahuetes? Ponían música bastante variada, tenía bancos de obra con mesas en medio y para variar no era demasiado oscuro, el ambiente era muy bueno y como en casi todos los bares de la zona tenía siempre los mismos parroquianos.
Saliendo del Orígenes en la misma acera hacia la izquierda estaban los dos garitos rockeros por antonomasia de la zona, El Atrio y El Tranvía. Si querías escuchar rock estos eran los bares a los que tenías que ir, siempre a tope era complicadillo llegar hasta el fondo, música a todo trapo y un ambiente espectacular, eran bares de cerveza y en el se podían ver gente famoseta de la tierra, como al cantante de Más Birras (que gran grupo).
Luego llegó la revolución con la apertura del Galán Peineto, garito muyyy largo y que se entraba bajando unas escaleras, me acuerdo de uno de los camareros, un tipo muy alto y de barba muy poblada que sobresalía por encima de todos. Porque digo que trajo la revolución… pues porque fué de el primer bar del Rollo que empezó a poner música disco casi todo el tiempo y la bebida oficial, ya no era el litro de cerveza sino el cubata. Con el tiempo se hizo de los bares más concurridos y con más personalidad de la zona. A su lado completaban la triada de los bares maquinetos El Chelus y El Pepelehes.
A la derecha de estos estos tres ,míticos bares nos encontramos con la Enagua y el Cíbola, que antaño y para los que tenemos mucha memoria por no decir otra cosa, eran un sólo bar, El Druidas, con muchas mesas de madera y sillas de anea donde se escuchaba sobre todo música celta y se comían bocadillos, se bebían quemadillos de ron, y se fumaba de tooo, que época tan dura…
Cuando las fuerzas flaqueaban y el gusanillo del hambre empezaba a apretar había que pasar al Alaska a comer una de sus famosas hamburguesas, que por cierto la fama era merecida, hoy todavía sobrevive pero con un aspecto mucho más moderno. A la salida del Alaska y cruzando la calle estaba el Brujas, un pequeño garito con espejos que ha estado allí siempre y donde se tomaban absentas sin talento. Enfrente otro de los bares míticos de la zona, El 17, otro de los bares en el que era difícil entrar, con buena música y donde corrían los litros de cerveza y la absenta. Más adelante montaron a su lado el 16.
Al final de esta calle estaba el garito que no es garito… El Plácido, un sitio curioso donde por lo general empezabas la tarde, en la planta de abajo tenía varias cubas de vino, moscatel, rancio, tinto, clarete, mistela y dónde te servías los vasitos que quisieras tomar, o si tenías inspirada la tarde y se iba en cuadrilla un porrón, de hecho su nombre era porronería Plácido; arriba tenía un altillo que casi no cabías de pie con unas pocas mesitas y bancos para disfrutar una tarde enológica por antonomasia. Cuando te ibas, te habías bebido cuatro vinos y pagabas tres, era un clásico. Y enfrente otro de los grandes de la zona, El Buitaker, oscuro donde los haya, heavy metal a saco y con unas zorreras de humo que ríete de Zaragoza en días de niebla, pero con un ambiente espectacular.
Era otra época donde se ponía bote y bebías hasta que se acababa, bebíamos dentro de los bares escuchando buena música y gracias al señor no existía el reggaeton, no teníamos whatsapp y los fines de semana caminábamos por estas calles como los orcos… en hordas. Ya sé que me dejo muchos bares como el Desastre, el Devizio, el JB, el Celeste, El planta Baja, en fin cada uno que recuerde los bares que frecuentaba y los buenos ratos que todos pasamos allí.