Querido diario,
He comenzado el segundo día de cuarentena lleno de energía, con ganas de cumplir todas las metas que me he propuesto. El propósito era comenzar una rutina deportiva para modelar este cuerpo en un objeto de deseo. Ahora mismo parezco el hermano gemelo de Flubber, soy pura gelatina. Así pues, me he enfundado mi mejor chandal, el del Real Zaragoza, y he hecho una búsqueda intensiva entre los youtubers patrios para encontrar el tutorial perfecto que me convierta en el próximo Chuck Norris.
Los que se suponía que iban a ser mis nuevos mejores amigos, Patri Jordan y Sergio Peinado, me ofrecían una gran variedad de vídeos. He hecho click en el primero que he visto y, tal cual he hecho la primera sentadilla, me he hecho una pregunta vital: ¿por qué narices me da a mí ahora por hacer deporte si no lo hago nunca?. Parece que con esto del coronavirus es obligatorio hacer sacar tu lado más fit.
No nos engañemos. El máximo esfuerzo que he hecho en los últimos años ha sido levantarme del sofá para coger el mando, y he de reconocer que fue muy duro, tanto física como psicológicamente. Y como yo, el resto de España que estos días Instagram parece un gimnasio virtual. Solo hay que recordar las clases de educación física en el instituto, que no hacíamos ni el huevo. Que levante la mano el que alguna vez no se haya escondido mientras dábamos vueltas corriendo al patio. Todos lo hemos hecho. Quién diga lo contrario miente.
Ante el fracaso deportivo y la posterior asimilación de que cuando esto acabe voy a parece Kiko Rivera (antes del balón gástrico), he decidido hacer algo que se me da muy bien: comer. Luego que la gente se pregunta por qué toda la peña se lanzó a los supermercados a comprar comida y papel higiénico. Está claro. Lo único que vamos a hacer estos días es engullir todo el frigorífico, y, luego, echarlo para hacer más hueco. Es nuestra naturaleza. Yo ya me he hecho a la idea.
Pero, mientras devoraba el cuarto bollicao consecutivo, he mirado el calendario para saber los días que nos quedan encerrados en nuestros hogares y, ¡sorpresa!. He recordado que el 17 de marzo es una de mis festividades favoritos: San Patricio. No iba a dejar pasar esta oportunidad y me he montado mi propio guateque. Resumiendo, me he despertado con ganas de esculpir mi cuerpo a imagen y semejanza de John Cena y he acabado piripi brindando con mi gato escuchando a Sonia y Selena. Así es mi vida.
Lo peor de todo es que mi reserva de cervezas Ambar ha sufrido muchas bajas. Un minuto de silencio por las latas caídas en combate. No sé cómo voy apañármelas para llegar hasta el final.
Espero que mañana sea un día mejor.