Paseo de la Independencia: Un recorrido por su historia

La avenida que conecta la plaza de Aragón con la plaza de España, no solo es el eje comercial más transitado de la ciudad, sino también un escaparate de su evolución urbana, sus recuerdos colectivos y sus símbolos de modernidad. Desde los ecos de la Guerra de la Independencia hasta los escaparates actuales, este paseo sigue siendo uno de las calles céntricas más transitadas de la capital aragonesa.

El origen de una avenida monumental

Con más de 200 años de historia, el Paseo de la Independencia se ha convertido en una de las calles más emblemáticas de Zaragoza.

En pleno centro de la ciudad, este paseo nació en la primera mitad del siglo XIX, tras la devastación causada por los Sitios de Zaragoza (1808-1809). La artillería napoleónica arrasó conventos, iglesias y viviendas que ocupaban la zona. Ese vacío urbano permitió concebir un proyecto moderno: una gran avenida arbolada inspirada en los bulevares parisinos y en la Rue de Rivoli.

En 1811, el arquitecto municipal Joaquín Asensio diseñó el llamado Paseo Imperial, con soportales, cuatro hileras de árboles y farolas. Aunque las obras se interrumpieron con la retirada francesa, el germen de una avenida monumental ya estaba sembrado. A partir de 1833, bajo el nombre de Salón de Santa Engracia, se retomó la construcción, consolidando la idea de un eje urbano moderno que conectara la nueva plaza de Aragón con la histórica plaza de España. Desde sus inicios fue pensado como escaparate de la ciudad y espacio de encuentro.

¿Por qué se llama Paseo Independencia?

En 1863, el Salón de Santa Engracia pasó a llamarse Paseo de la Independencia. El cambio no fue casual: la denominación homenajea la resistencia zaragozana frente a Napoleón durante los asedios de 1808-1809. La ciudad quedó devastada, pero también fortalecida en su identidad colectiva. Con este nombre, la avenida se convirtió en emblema de orgullo local y memoria histórica.

A diferencia de otras calles cuyos nombres han cambiado con las décadas, el de la Independencia se ha mantenido como símbolo de esa etapa decisiva. Para los zaragozanos, pasear por esta vía no es solo recorrer un eje comercial: es caminar sobre la memoria de la resistencia.

Evolución urbana y arquitectónica

Desde mediados del siglo XIX, el paseo fue transformándose de alameda burguesa a centro neurálgico. Cafés, kioscos y comercios animaban la vida social, mientras la plaza de España acogía la Fuente de la Princesa (1845), sustituida en 1902 por el Monumento a los Mártires. A finales de ese siglo, cronistas lo describían como una de las vías más animadas de España, con paseantes bajo los soportales y un bulevar lleno de vida.

En el siglo XX, la avenida se modernizó con edificios eclécticos, cines y bancos que marcaron su perfil comercial. En los años 60 y 70 se levantaron oficinas y sedes financieras, como la central de Ibercaja. Más recientemente, la llegada del tranvía y la peatonalización parcial han reforzado su carácter de paseo ciudadano. Hoy conviven arquitectura histórica y moderna, con galerías comerciales y espacios culturales.

En el año 2001 cuando se estaban realizando obras en pleno paseo se encontraron ruinas de un antiguo barrio de la Zaragoza musulmana. Las obras continuaron su cauce, pero los restos de las ruinas musulmanas se pueden visitar en forma de maqueta que se encuentra expuesta en plena calle.

Curiosidades y vida cotidiana

El Paseo de la Independencia no solo es historia: también es escenario de la vida diaria zaragozana. Bajo sus soportales se han abierto desde cafés literarios hasta grandes cadenas comerciales. Aquí estuvo el Cine Coliseo, reconvertido tras décadas de ser un referente cultural. La avenida también ha sido protagonista de celebraciones y manifestaciones, desde las visitas reales del XIX hasta las Fiestas del Pilar actuales.

Pero hay más curiosidades que definen su carácter único:

• Soportales continuos: El paseo está flanqueado casi en toda su longitud por soportales, lo que le da un aire uniforme y facilita el tránsito incluso en días de lluvia o calor extremo. Este diseño, poco habitual en avenidas españolas, refuerza su carácter monumental.

• Monumento a los Mártires: Situado en la plaza de España, este obelisco inaugurado en 1904 sustituyó a la Fuente de la Princesa. Rinde homenaje a quienes dieron su vida en defensa de la libertad durante diferentes etapas de la historia zaragozana.

• La Puerta de Santa Engracia: Hasta 1904, en el extremo sur del paseo se levantaba una puerta monumental de la antigua muralla. Su demolición permitió abrir la vía hacia la actual plaza de Paraíso, completando el trazado que conocemos hoy.

• Escaparate comercial: A lo largo del siglo XX, fue punto de atracción de tiendas emblemáticas como Galerías Preciados o Sepu que marcaron la modernidad del consumo zaragozano antes de la llegada de las grandes cadenas internacionales.

• Eje del transporte: Antes de la llegada del tranvía moderno, el paseo fue recorrido por tranvías de mulas primero y eléctricos después, que lo convirtieron en la columna vertebral del transporte urbano.

• Protagonista cinematográfico: Sus edificios y plazas han servido de escenario en rodajes de películas y documentales, reforzando su valor icónico en la memoria colectiva.

Hoy, el Paseo de la Independencia mantiene ese equilibrio entre historia, comercio y vida urbana. Es, para muchos zaragozanos, el lugar donde “todo pasa” y donde la ciudad muestra su cara más reconocible.

El Paseo hoy: espacio de tránsito, encuentro y símbolo urbano

Hoy, el Paseo Independencia no es solo una avenida de compras: es un lugar de tránsito diario para miles de vecinos, un espacio de encuentro en las terrazas y un símbolo de la identidad zaragozana.

Su amplitud lo convierte en punto neurálgico de eventos sociales, desde manifestaciones hasta celebraciones deportivas. Para quienes visitan la ciudad, es la primera impresión de una Zaragoza que combina historia, modernidad y vida cotidiana.

Pocas calles en España concentran tanta memoria en un mismo trazado: lugar de paseo burgués, escaparate comercial, eje político y espacio festivo. El Paseo sigue siendo, dos siglos después, el corazón de Zaragoza.