No recuerdo cuántos años hace que no se esperan las Fiestas del Pilar con tanta ansia. Después de dos años envueltos en una nueva normalidad —que de normal no tenía nada— que nos ha pesado a todos, ha llegado el gran momento. El de devolver a la ciudad y a todos nosotros —maños, mañas y visitantes— ese pedazo de felicidad, tradición, folclore, música, fiesta y amor por nuestra tierra que tanto profesamos.
Ahora, que vivo en Zaragoza de nuevo tras unos cuantos años en Barcelona, recuerdo con ternura los pregones que allí viví. Y es que no siempre pude pasar las Fiestas en casa y, por un compromiso u otro, tenía que quedarme en la ciudad condal.
«¿Pero estás seguro que no puedes ir?» me preguntaban. Y yo, estoico y decidido, respondía siempre «No, pero no pasa nada. Otro año iré». Y pasaba los prolegómenos del pregón convenciéndome de que las Fiestas del Pilar son cada año y que había visto pregón, ofrenda y sus calles durante tantos años seguidos que no pasaba nada por perdérmelas ese año.
Pero llegaba el día del pregón y en el telediario nacional dedicaban unos minutos —segundos, quizás— a mencionar el inicio de las fiestas. Uno al que no asistí fue al mítico discurso de Kase.O. Pasé toda la semana compartiendo el video con compañeros que no entendían muy bien qué era, enseñándolo en el trabajo y lo vi como cien veces.
El día 12 llegó la ofrenda de flores. Conecté Aragón TV y pasé el día viendo el directo con el recorrido, las curiosidades y entrevistas. Escuché jotas y vi, como si fuera la primera vez, todas aquellas cosas que pasaba por alto cuando vivía las fiestas en casa.
Y lloré. Lloré porque sentí como si esas Fiestas, por las que pasaba de refilón otros años, ahora, que estaba lejos de casa, eran la representación de todo lo que amaba de mi tierra, de mi gente, de mi ciudad.
Me prometí no volver a faltar. Y no lo hice.
Este año, en mi caso, serán un poquito diferentes. Me sé de memoria el programa infantil y tenemos ya en mente los espectáculos de marionetas, los gigantes, el tragachicos y los circos callejeros. Balma tiene solo nueve meses y soy consciente de que no entenderá casi nada de lo que pase a su alrededor, pero tiene ya un cachirulo adaptado a su tamaño con su nombre bordado a mano y nunca es demasiado pronto para que empiece a sentir y compartir lo que las Fiestas significan.
Porque no son solo eventos, conciertos, ternasco y flores.
Porque las Fiestas son la representación de todo lo que somos. De lo que ella también es.
Y espero que nunca tenga que llorar ante el televisor por estar lejos de casa el día de la Ofrenda.
Y si lo hace también será una buena noticia. Será la señal de que conseguimos transmitirle lo que esta tierra significa.
Maños, mañas, visitantes todos. Disfrutad. Porque las Fiestas son lo que somos.
Y somos muy grandes.
¡Felices Fiestas del Pilar 2022!