“P’al Pilar sale lo mejor, los gigantes y la procesión”, dice la conocida canción. Y es que la comparsa de gigantes y cabezudos de Zaragoza, siempre acompañada del grupo de dulzaineros, es un elemento imprescindible de las Fiestas del Pilar. Año tras año llenan las calles de la ciudad de color y alegría persiguiendo a pequeños y mayores. No se entienden las fiestas sin estos célebres personajes desfilando por Zaragoza. Pero, ¿conoces su historia? Averíguala en las siguientes líneas.
Érase una vez los gigantes y cabezudos de Zaragoza

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La que es la tradición más antigua de las Fiestas del Pilar encuentra su origen en la Edad Media. Alfonso V, el Magnánimo, trajo esta costumbre de Italia. En concreto, de Nápoles y Sicilia, cuando ambas pertenecían a la Corona de Aragón. Sé lo que estás pensando. Yo también pensaba que los gigantes y cabezudos eran más de Zaragoza que el cierzo y Omael juntos, pero no es así. Pasa como con los siluros, emblema por excelencia de la urbe y de nuestro río. ¿Crees que llevan siglos comiendo palomas tranquilamente en el Ebro? Pues no, tampoco son ‘Made in Zaragoza’. Llegaron a la capital aragonesa hace cuatro días.

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Después de esta bofetada de realidad, volvamos al tema que nos ocupa. Existen registros que confirman que en 1807 había cuatro cabezudos y cuatro gigantes, que representaban a una familia -padre, madre y dos hijos-. Años después, en 1841, cada uno de los cuatro gigantes se identificaba un continente. Así, se quedaron personificados Europa, África, Asia y América. Es también en esta época cuando aparecen cuatro de los cabezudos que todavía hoy forman parte de la comparsa. Hablamos del Morico, el Forano, el Berrugón y el Tuerto.
Éramos pocos, y parió la abuela
En 1860, Isabel II anunció su visita a la ciudad de la Virgen del Pilar. Ya te lo puedes imaginar. Para un aragonés nunca hay suficiente, y menos cuando se trata de la llegada de una reina. En consecuencia y haciendo gala de nuestra fama de tercos y rudos -en otras palabras, cabezudos-, decidieron ampliar la familia de los gigantes y cabezudos de Zaragoza para que fuera digna de la presencia de una monarca. Por ello, encargaron al artista Félix Oroz dar forma a las figuras que serían la delicia de niños y adultos durante los días de festejos. De esta manera, aparecieron los gigantes la Negra, el Chino, el Duque, la Duquesa, don Quijote, Dulcinea, el Rey y la Reina; y se sumaron cuatro cabezudos a los ya existentes: el Boticario, el Robaculeros, el Torero y la Forana.

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También formaron parte de la familia tres cabezudos de los que ya nada queda. En 1904 se integraban los personajes Pascual el Vigilante y el Mansi, que representaban respectivamente a un sereno que trabajaba en la calle Alfonso y a un cobrador de las sillas pública. Los dos desaparecieron. Peor es la historia del cabezudo de Sancho Panza, que salió a las calles solo un año, en las Fiestas del Pilar de 1947. Todo un enigma merecedor de un programa de la nave del misterio de Iker Jiménez.
¡A la hoguera!
En los años sesenta, se decidió renovar las figuras de los gigantes y cabezudos de Zaragoza. ¿Qué hicieron con las antiguas? ¿Las conservaron y las colocaron en un museo? No. Corrieron la misma suerte que el ilustre aragonés Miguel Servet: la hoguera. La nueva imagen de los cabezudos se encargó a Modesto González Latorre. Armando Ruiz fue el encargado de idear la apariencia de los gigantes. Ese mismo año, en 1964, se presentaron en sociedad dos nuevos gigantes, el Bearnés y la Bearnesa, que simbolizan la unión fraternal entre Aragón y la región francesa de Bearn. Más tarde, se hizo el cabezudo de La Pilara que homenajeaba a una cantante de la sala Oasis.

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La actualidad
La nueva estética de los gigantes y cabezudos de Zaragoza no terminaba de convencer a los vecinos de la metrópoli. Por tanto, en 1999, se renovarán y recuperaron las características que Félix Oroz les atribuyó. El año en el que se celebró la Expo y con motivo del bicentenario de los Sitios los gigantes José de Palafox y Agustina de Aragón entraron en escena para quedarse. Igualmente, sucedió con las dos últimas incorporaciones: el Azutero, en 2013, que honra la memoria de famoso jotero del barrio del Rabal, y la Cigarrera, en 2015, la cual recuerda a la mítica vendedora de tabaco del tubo Herminia Martínez.

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Las personas detrás de los gigantes y cabezudos de Zaragoza
Como hemos apuntados en párrafos anteriores, algunas de las figuras representan a personajes ilustres de la comunidad zaragozana. Por ejemplo, el cabezudo del Berrugón está inspirado en un antiguo corregidor de la ciudad, y el Boticario homenajea a un conocido vecino llamado Pedro Alonso Pérez. De la misma forma, detrás el Tuerto está una persona real, un médico de nombre Melendo que tenía muy mal humor; el Forano, recrea a un popular cochero de diligencia; y el Morico, toma como referente a un criado negro de origen cubano que trabajaba para un adinerado Conde que vivía en Zaragoza.

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