En Zaragoza hay una calle que nunca duerme. No importa la hora que sea, siempre encontrarás una vía llena de vida. Por ella pasean cientos de personas a lo largo del día que quedan impresionados por su hermosura y magnificencia. Un asombro que afecta a la velocidad de los pasos de aquellos que se aventuran a cruzar por estos adoquines cargados de historia con el único propósito de aprovechar y disfrutar con tiempo de la espléndida belleza de esta calle. Con tal descripción solo podemos estar hablando de una calle de la ciudad del cierzo: la calle Alfonso I, una de las arterías principales de la urbe que es un icono de comercio, elegancia y pasado.
El alma de la calle Alfonso
Este vía tiene un encanto especial, algo que la hace única y reconocible. Esta calle tiene alma. Es escenario de la mayoría de los actos principales de la ciudad, tales como la ofrenda de flores, los desfiles de gigantes y cabezudos, los procesiones de Semana Santa o la cabalgata del día de Reyes. Y es que une el Coso con la plaza del Pilar, proporcionado una se las estampas más entrañables de la ciudad que es capaz de producir sensaciones difíciles de definir con palabras. Una vez llegas al final del camino para contemplar la inmensidad de la basílica un inexplicable escalofrío recorre todo tu cuerpo. ¿Tú también lo has sentido?.
El nacimiento de un icono
La calle Alfonso es sinónimo de historia pero es mucho más joven de lo que piensas. Fue construida en 1865. El dibujo del sistema de calles del casco urbano, de origen romano, era sinuoso e irregular por lo que se quería descongestionar esta zona de la ciudad con una gran arteria que emulara a las elegantes calles de las metrópolis europeas. Otros de los motivos de esta intervención fueron las nuevas necesidades de las comunicaciones, así como la obtención de una vista completa de la cúpula central de la Basílica desde el Coso.
Las casas eran perfectas para la alta y media burguesía de la ciudad, que fijaron ahí su residencia y establecieron sus comercios. Así pues, la calle Alfonso se convirtió punto neurálgico de la élite de la capital aragonesa del siglo XIX. La elaboración del proyecto fue encargada al arquitecto José de Yarza Miñana. Las nuevas construcciones tuvieron que atenerse a una normativa específica del Ayuntamiento, con la que se consiguió una arquitectura uniforme y armoniosa que perduró hasta la década de los 60.
La calle Alfonso se convierte en peatonal
En 2001 tuvo lugar un acontecimiento que marcó un antes y un después en la historia de la calle Alfonso: su peatonalización. Esto trajo consigo cambios -positivos- desde el punto de vista turístico, comercial y social. En aquel momento, no todos vieron con buenos ojos esta reforma. Ahora, pasados los años, vecinos, comerciantes y visitantes corroboran que fue todo un acierto. Esta intervención otorgó esplendor a esta calle histórica y le devolvió el protagonismo que había gozado décadas pasadas.
Las franquicias y el comercio tradicional
La calle Alfonso ha sido y es uno de los puntos de referencia comerciales de Zaragoza desde su construcción. Primero fue el lugar elegido por los pequeños comercios; más tarde llegaron tiendas más grandes como los almacenes Gay o El Águila; y, en la actualidad, las franquicias ocupan la mayoría de los puestos. En total, en esta vía hay 78 locales comerciales, de los que 9 están cerrados. De los 69 restantes, la mayoría son tiendas pues solo 14 se dedican a la hostelería. El 69% de los comercios son franquicias, y otro el 31% son los negocios tradicionales.
En los últimos años hemos visto como muchos de estos establecimientos conocidos bajaban la persiana para siempre. Algunos de ellos era Derby, La Campana de Oro, Almacenes Florida, Vidal Beltrán, Vivaldi, Juan García o, el último en sumarse a esta lista, El Mañico. El comercio familiar y tradicional está en continuo retroceso en la calle Alfonso, al igual que en todo el Casco Histórico y la zona centro.