El arte puede ser una válvula de escape, una mirada subjetiva y creativa de la realidad, una belleza de la humanidad así como un vehículo para expresar sentimientos y emociones. El arte son muchos elementos entremezclados. Esa esencia tan particular es la que han capitalizado dos jóvenes de Zaragoza, Kat y Ariadna, para impulsar el proyecto Artebrije.
Una vía de expresión artística que contribuye a acercar la cultura a los jóvenes inmigrantes de la ciudad maña. Todo desde el espacio Harinera ZGZ, que tras un periodo de inestabilidad política y económica, ha logrado consolidarse como punto de referencia para creativos variopintos, llegados de distintos lugares, y especialmente para vecinos del barrio de San José. La primera actividad, de la que sus promotoras hablan en la entrevista a continuación, se denomina «Raíces Murales» y ya está cosechando gran éxito.
¿En qué consiste vuestro proyecto? ¿Qué significa Artebrije?
Artebrije busca lograr un empoderamiento cultural para todos, en especial colectivos inmigrantes de habla no española a los que normalmente les cuesta más integrarse en el ecosistema artístico de la ciudad. El término «Artebrije» proviene de una yuxtaposición de términos. Por un lado «arte» y por otro «alebrije». Esta última palabra es más desconocida aquí en Europa, pero en México es el nombre que se le da a un tipo de artesanía que se compone de una especie de animal fantástico que es el resultado de la suma de animales verdaderos y ficticios. Estas artesanías coloridas son muy populares allí y nos pareció interesante que definiera la mezcla, cercanía y unión que describe el proyecto que llevamos a cabo. La idea se nos ocurrió debido a que Kat estuvo viviendo en el país y descubrió el término. Ariadna también lo conocía y entonces, tras hablarlo, decidimos elegirlo para nuestro proyecto. Creemos en el arte democrático que conjuga diversas sensibilidades y no deja a nadie fuera.
¿Cuándo empieza esta aventura artística?
Comenzamos el año pasado. Kat volvía de vivir en París y se encontraba en un proceso de tormenta de ideas apasionante. Además, su condición de ciudadana búlgara sin conocimientos de francés, le permitió conocer de primera mano las dificultades que encuentran los inmigrantes al recalar en un país nuevo. Esa realidad, sumada a la necesidad de defender el arte público y el acceso sin límites a la cultura por parte de la sociedad, engendró en su vuelta a Zaragoza Artebrije. Al principio era una iniciativa abstracta. Reflexionábamos sobre las posibilidades reales y qué actividades eran más indicadas para ciertos colectivos. La primera idea fue sumergirnos en el audiovisual para escuchar, vivir y difundir historias reales y muy dispares, que los desplazados fueran escuchados. Pero con el tiempo evolucionamos más hacia la temática mural porque consideramos que se podían difundir los mismos mensajes implicando más directamente a los niños. El hecho de mancharse, jugar y divertirse nos gustó mucho. Por eso ahora hemos comenzado con «Raíces Murales«, un primer proyecto al que se sumarán en el futuro otros nuevos.
Talleres, murales, juventud, ¿está teniendo éxito la llamada a la acción?
Llevamos muy poquito con «Raíces Murales», por eso mismo es complicado medir todavía si estamos cumpliendo los objetivos marcados. Eso sí, ya hemos tenido ejemplos de que la idea está dando sus frutos. Una profesora del instituto público con el que trabajamos nos ha reconocido los beneficios de la apuesta e incluso empujado a atraer a nuevos jóvenes con necesidades de implicación en la cultura. Aunque queda tiempo para certificar los resultados, creemos que está funcionando porque los niños están felices y el ecosistema educativo agradece que arrojemos luz mediante la cultura sobre colectivos demasiadas veces olvidados.
¿La creatividad nace o se hace?
Se hace. Puedes nacer con ciertas habilidades, sentidos más desarrollados o un impulso superior a la media, pero al fin y al cabo si no trabajas esas potencialidades al final la creatividad se va a perder. Hay que ir más allá del armazón que poseemos de fábrica. Profundizar en nuestro talento y dejarlo brotar por los cuatro costados. Definitivamente se hace.
El arte y la educación, con el IES Pablo Gargallo como telón de fondo, ¿combinación idónea?
100 % de acuerdo. Nos gustaría que esta iniciativa se repita en todos los colegios de Zaragoza posibles. Vemos factible que otros centros educativos se sumen porque es una actividad buena tanto para alumnos como para docentes. Una fusión fantástica. No son acciones que se suelan fomentar en los colegios o institutos, ya que existe cierta rigidez programática, por eso pensamos que, de plantearse a nivel global, podría obtener gran éxito. Tener la posibilidad de juntarse con personas diversas, en un espacio comunitario y con la libertad de crear sin límites, aporta un valor añadido único para la comunidad educativa.
Los inmigrantes son protagonistas en Artebrije, ¿por qué habéis decidido apostar por ellos?
Aquí Kat vuelve a ser protagonista. Ella como inmigrante búlgara, que lo ha sido en diferentes países, incluida España, se ha dado cuenta de que ha tenido unas necesidades que pueden tener más personas en la capital aragonesa. Nos gusta ver en la inmigración, además de una oportunidad de disfrutar del arte transversalmente, también una forma de convertir en activos a ciudadanos otrora condenados a la discriminación. No nos agrada hablar de público, nos sugiere un concepto pasivo, preferimos que haya interacción y nadie se sienta menos. Todos implicados y pudiendo aprender. Una relación docente-alumno más enriquecedora.
¿El idioma como aliado cultural y no como barrera?
El idioma no lo es todo. Es indudable que conocer diferentes lenguas te permite conocer mejor otras culturas, sociedades y realidades personales, pero aquí la clave está en el arte. La comunicación por vía del arte. No obstante, el hecho de que el idioma sea barrera es indudable. También intentamos romper eso, acercándoles al español, pero a la vez valorando el resto de idiomas para empaparnos entre todos de esa riqueza extraordinaria.
¿Sigue habiendo demasiado racismo en las sociedades occidentales? ¿Vamos hacia atrás?
Es complicado opinar, ya que no tenemos datos delante. Sí percepciones. Aquí en Zaragoza hay mucha inmigración, en concreto en San José, el barrio en el que trabajamos todavía más. Existe una multiculturalidad, pero no tanto una interculturalidad, ya que entre grupos étnicos hay menos relación debido a sus costumbres intrínsecas. Perseguimos romper esa realidad. Acercar a los inmigrantes entre sí para que no exista rechazo ni discriminación, tampoco encierro cultural, por parte de ninguno, incluidos los vecinos de la ciudad. Hemos de reconocer que vivimos en burbujas, donde el racismo o la xenofobia no existen, pero es evidente que está ahí. Hay tendencias regresivas y reaccionarias que se observan con claridad.
Harinera ZGZ es un espacio diferenciador zaragozano, ¿qué aporta a la iniciativa?
Es un lugar de arte y cultura comunitarios. Por tanto está creado para nuestro proyecto. O nuestro proyecto creado para el espacio. Van de la mano. Quizá le mejor espacio de Zaragoza para crear sinergias entre personas, entidades y organizaciones. La verdad es que ahora mismo sería difícil encontrar un sitio en el que pudiéramos desarrollar nuestra idea con tanta facilidad. Hay otros lugares de gran nivel como Azucarera o Las Armas, ambas sedes de Zaragoza Activa, pero más centrados en emprendimiento y economía. Harinera se basa en comunitarismo.
¿Creéis que hacen falta más espacios así en la capital aragonesa? ¿Hay talento y vibración cultural suficiente?
Antes que nada lo principal es preservar un lugar como Harinera ZGZ. Nos encontramos en una época difícil, ya que hemos perdido parte de la tercera planta que tanto nos costó conseguir. Ahora mismo la utiliza Servicios Sociales de la DGA. Es una situación temporal, eso sí, porque no es digna para nosotros ni para ellos. Pese a la situación compleja de la que hemos hablado, sería deseable que aparezcan nuevos lugares similares que amplíen la voz alternativa a más partes de la ciudad. Necesitamos también más difusión. Incluso nosotras que somos del barrio no teníamos apenas información. Nos enteramos casi por casualidad. Si hay promoción, dado que es un lugar donde cabe todo el mundo, la gente se implicará más.
¿Cuál es el mayor aprendizaje que extraéis?
Lo primero que hemos aprendido son realidades diferentes en las que no paras a pensar. Teniendo a personas de Senegal, Burkina Faso, Afganistán o Pakistán que te abren su mente y te demuestran que lo que sabemos sobre sus culturas y países es sólo un ápice, es imposible no ganar conocimiento. Asimismo, aprendemos a realizar tareas muy diferentes que en otro contexto quizá no habríamos puesto en marcha. Nos conocimos en el grado de Historia del Arte en la Universidad Zaragoza, tenemos una base teórica, pero no pudimos disfrutar de una aplicación práctica suficiente. Los planetas se han alineado y Artebrije nos ha regalado eso: una oportunidad.
¿Qué futuro le espera a Artebrije?
Queremos seguir lo primero con «Raíces murales», que se pueda hacer en otros sitios, pero no nos queremos cerrar sólo a eso. Por ejemplo los alumnos Erasmus, aunque no estén en riesgo de discriminación, también se encuentran con problemas a la hora de desenvolverse con el idioma y tienen dificultades para crear y desenvolverse artísticamente. Nos interesaría también implicarles a ellos para que se adentren en el mundo del arte sin peajes. A su vez existe un proyecto al que nos gustaría sumarnos que trabaja con personas que hablan español pero sufren de exclusión social. Permitirles a ellos igualmente acceder en libertad a la cultura y al arte sería precioso. Somos positivas y ambiciosas, pero tenemos los pies en la tierra.
¿Cuál es vuestro lugar favorito de Zaragoza?
Para Kat el lugar favorito es la propia Harinera ZGZ. En el caso de Ariadna disfruta especialmente las plazas zaragozanas, porque son lugares en los que puedes observar a las personas. Y, si tiene que elegir una, se queda sin dudarlo con la Plaza de San Bruno, donde los domingos y festivos por la mañana se celebra un mercadillo de antigüedades.